Detener la fabricación de asbesto en 2002 hizo poco para aliviar los temores de exposición futura mientras Estados Unidos continuaba importando las fibras mortales. Sería una de una larga lista de decisiones que ignoraron no sólo las innumerables enfermedades y muertes, sino también el consejo aprendido de los expertos que se buscó y posteriormente se ignoró imprudentemente.
La Agencia de Protección Ambiental decidió recientemente renunciar a la prohibición del amianto en favor de restricciones. Lo que la agencia ve como un progreso, muchos otros ven otro retraso en lo que innumerables naciones industrializadas ya han hecho.
Prohibición total del amianto.
El descubrimiento de documentos internos sólo puede aumentar la indignación. Según dos memorandos, los propios científicos y abogados de la EPA pidieron la prohibición del conocido carcinógeno. Citaron los daños ya causados y la existencia de alternativas al amianto que son significativamente más seguras.
En lugar de confiar en sus asesores de confianza, la EPA dejó abierto un camino estrecho para que los fabricantes encuentren nuevos usos para el asbesto o reanuden prácticas arcaicas y potencialmente peligrosas, pero sólo con la aprobación de la agencia.
Lamentablemente, la medida no carecía de precedentes. Las decisiones de la EPA se están convirtiendo en una tendencia trágica e implican reducir tanto las protecciones ambientales como las normas que rigen las sustancias químicas tóxicas.
Los expertos de la agencia también vieron fallas en un proceso de revisión considerado lamentablemente obsoleto por décadas. Específicamente, la EPA limitó los estudios a sólo seis fibras de asbesto –pasando por alto otras fibras peligrosas y mortales– y se centró únicamente en el cáncer de pulmón y el mesotelioma como efectos nocivos.
Mientras los burócratas discuten con sus expertos, a quienes se anuncia por saber más, el asbesto seguirá siendo un peligro claro y presente que ve pocas o ninguna señal de terminar.